Mi sobrina sabe contar hasta el cien. Hace poco me lo demostró. Del uno hasta el cien. Uno por uno Emily me recitó cada número, sin perder la concentración, la motivación y mucho menos la sonrisa en ningún momento.

Con el iPad de por medio, su hermana, mis padres y los suyos como público, Emily dio pie a una de las experiencias más satisfactorias de los últimos meses para mí. Fue uno de esos momentos que me hacen sentir que la distancia no importa si podemos comunicarnos, aprender y reír juntas.

Me veía a los ojos con una emoción que crecía conforme se acercaba al final de la cuenta. Una emoción que en cada decena era compartida y crecía porque daba la pauta para que juntas pudiéramos decir alto:

“¡veinte! ¡treinta!… ¡cincuenta!… ¡ochenta!…¡cien!”

Cada decena era una breve pero merecida pausa. Una pausa para medir el avance, reunir fuerzas y avanzar. El momento en el que nuestras voces se unían, nuestras sonrisas se hacían cada vez más grandes y nuestra mirada cada vez más intensa.

Fue una maravillosa experiencia de comunicación, apoyo y confianza. Porque yo sabía que ella iba a llegar al cien y que yo estaría ahí toda emocionada escuchándola y festejándola.

Después del aplauso y los saltos de alegría, continuamos con el ejercicio en inglés. Esta vez, del uno al diez. 

Ya con la emoción en todo su esplendor, seguimos con la ronda en alemán. Su mirada era entonces más atenta. Ella sabía que se tenía que esforzar algo más y poner atención, porque aún no está familiarizada con este idioma. A todos nos asombró su excelente pronunciación (salvo por el número cinco que a mí tampoco me sale: “fünf”). 

Entonces apareció Zoé, que con sus escasos dos años se considera capaz de hacer exactamente lo mismo que su hermana mayor. Se instaló cómodamente frente al iPad, con esa mirada pícara y desafiante, con el temple y picardía que la hacen única y poderosa. 

Entendí que era su turno, así que comencé a recitar los números del uno al diez en alemán. Ella repetía y se le veía muy contenta con su desempeño. Mi emoción y orgullo llegaron a su máximo nivel al ver su sonrisa plena y llena de satisfacción cuanto terminamos y todos aplaudieron. 

Cuando sucede esto me siento muy responsable. Porque cuando mis sobrinas me miran así, cuando tengo toda su atención y percibo su entusiasmo por aprender algo nuevo, por ver cómo lo hago yo, e intentarlo por sí mismas, es cuando soy verdaderamente consciente de cada palabra, movimiento y pensamiento que pasa por mi mente. Me miran, me escuchan y repiten. 

Disfruto mucho jugar con mis sobrinas. Volar junto con ellas y su imaginación, aunque sean algunos minutos uno que otro día y a distancia. Pero lo que más disfruto es generar situaciones en las que ellas mismas se demuestren de lo que son capaces. 

Si la distancia es una barrera, haré de ella una manera de hacer que mis sobrinas aprendan y se sorprendan de ellas mismas. La usaré para recordar la gran responsabilidad que tengo. Pero sobretodo, la aprovecharé para disfrutar de una sonrisa de logro y felicidad en sus rostros.

¿Qué situaciones te hacen ser consciente de tu responsabilidad con los niños? ¿Cómo obtienes su atención? ¿Cómo te ganas su confianza?

Comments(1)

  • Mike Oropeza
    4. abril 2018, 17:54  Responder

    You can´t believe like a father, the feelings and love than cause me… but, see my babes grow up!!! is Amazing!!

    Thank’s for that’s words sister!! I’love so much!!

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